Eusebio RuvalcabaNada supera la cama después
de que hacemos el amor. Mírala, obsérvala
detenidamente. Cual cordillera
modesta, la sábana, entre explanadas
y cumbres, aún conserva la línea
de nuestras siluetas. Las almohadas,
en cambio, mullidas por el centro,
poco pueden decir de nuestros labios
besándose, desparramando el vino
de una boca a la otra. Acaso el olor,
el olor de tu piel, de tu humedad.
Acaso el olor —el nuestro— haga de esta
cama el mejor lugar para morir.