lunes, 26 de enero de 2009

Camas de escritores

La cama es paraíso de la inconsciencia y sus huellas no pueden mentir.
Paraíso de la inconsciencia.
Fotógrafa: Amélie Olaiz



Camas de escritores

Huberto Batis
Para Amélie Olaiz, como yo clinofílica y fotógrafa de camas (yo de divanes habitados)

A propósito de camas de escritores, don Alfonso Reyes tenía junto a su escritorio un echadero en su biblioteca o Capilla Alfonsina “para la siesta”, según me dijo, porque dormía en su recámara con doña Manuelita Mota, y fue lo primero que puse (para leer libros con una sola mano y dormir soñando con las huríes perpetuamente vírgenes) en mi primer departamento -¿Capilla Hubertina?- aunque apenas había reunido algunos volúmenes en un librero construido con tablas y ladrillos.
Don Julio Torri debió pasarse insomne las altas horas en la cama contemplando los cuadros y dibujos eróticos que lo rodeaban por docenas, y que el día que murió pude mirar guiado por Miguel Capistrán, quien detentaba llave de la casa en la Plaza Finlay.
También Ramón Xirau (85 años ha cumplido este año) lee en una angosta litera en su estudio hasta caer dormido, para no molestar con su cigarro a Ana María Icaza. Ahí lo encontré una mañana en que otorgaríamos el Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes, junto con el voto de Alvaro Mutis, tercer jurado, ausente.
Juan García Ponce, desde su cama de hospital contemplaba pinturas de sus amigos y fotos renovadas frecuentemente (menos las sagradas: sus hijos), veía el beisbol de las Grandes Ligas de USA, el fut mexicano a veces y películas triple XXX que empecé prestándole y luego regalándole, porque se las robaban sus visitantes. Pasó más de 30 años entre la cama y la silla de ruedas. Escribía mentalmente de noche y dictaba a María Luisa lo memorizado de día. Lo ponían de pie amarrado a un armatoste de madera, donde lo rasuraban. Lo bañaban y lo sentaban en el trono durante largo rato; a veces platicaba con él como si fuera un príncipe… mientras se aliviaba de las cenas yucatecas rociadas con Riojas y Armagnac.
Inés Arredondo mucho me agradeció el regalo de una cobija eléctrica, pues por sus dolores de columna trabajaba en su cama oyendo Radio UNAM y haciendo un reporte diario para Max Aub y Héctor Mendoza; también leyó la obra de Thomas Mann y la de Robert Musil bien calientita, y luego escribía su Acercamiento a Jorge Cuesta. Es bien sabido que Balzac y Proust escribían entre almohadones. En cambio José Vasconcelos presumía de garabatear de pie en su alto escritorio.
¡Cuántos libros se han perdido entre las sábanas y cobertores, no se digan ideas! Así como hay sopa de letras se podría servir un potaje de migas...recogidas en las camas de los clinofílicos, acaso con algún hueso no muy roído para darle sabor al caldo.
En la cama del poeta Tomás Segovia algún travieso hijo "sembró" la prueba de sus retozos en ciernes para que fueran descubiertos por la preferida en turno: un poema a La Eva futura (cfr. Villiers de L'Isle Adam) acaso, con un broche y lazos de corset y media nylon a manera de clip sosteniendo los folios.
Miguelángel Díaz Monges, meus filius putativus (“el que se tiene por padre, hijo, etc., sin serlo”, DRAE), acomoda sus libros en viejos cajones de fruta bien encimados, de manera que merecen una fotografía de Pedro Meyer. Sé que es un adicto del lecho más allá del medio día, porque se desvela a diario deliciosamente, charlando por teléfono, escribiendo, leyendo y defendiendo sus vastos territorios conquistados en Facebook (Internet), seguramente dando lecciones a sus hijos Daniela Andalucía y Alvaro Cristóbal para sustituir la escuela inútil y perniciosa, y por sabido se calla su juntamiento con fembra placentera, por supuesto después de recibir mantenencia como Juan Ruiz, arcipreste de Hita. A veces se asoma a su particular Central Park (José Clemente Orozco), sonámbulo, desde su apartamiento aquilino y escucha a Octavio Paz, quien vivía de niño muy cerca en Mixcoac:
"Soy hombre: duro poco / y es enorme la noche. / Pero miro hacia arriba: / las estrellas escriben. / Sin entender comprendo: / también soy escritura / y en este mismo instante / alguien me deletrea."

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